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advertir que el juez unicamente rehusará creer en
el juramento, cuando tenga motivos fundados de
sospecha para ello, y entonces no se envilecerá el
juramento, sino el que lo prestó falsamente.
Viviendo en una época de general escepticismo
nos parece que esa doctrinaria discusión carece del
interés práctico que sus autores quieren darle.
Suponer que un testigo malicioso, por el hecho de
jurar, variará su conducta en el acto de la decla¬
ración, es admitir que un hombre de miras depra¬
vadas cambiará de propósitos recordándole las
severas recomendaciones de la ley, las abstractas
idealidades de la moral.
Cuando el juez se halla en presencia de un testi¬
go honorable, bástale para apreciar sus dichos la
tradición caballeresca de su vida. Cuando tiene
que oir las declaraciones dudosas de un sospecha¬
do, desdena la solemnidad del juramento por inefi
caz, y anticipadamente le desmerece para cuando
pronuncie la sentencia.
Que Dios en su soberana justicia castigue 6
premie al que cumple con la santidad del jura¬
ramento: asi lo sientan los atributos divinos; pero
para los hombres incrédulos de las eternas biena¬
venturanzas y sufrimientos, nada significa ese
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europäische Rechtsgeschichte