Max-Planck-Institut für
europäische Rechtsgeschich
gogica, contenida gracias a la ilusión que este gran jefe y go¬
bernante mantuvo siempre viva en el pueblo espannol, salto
por encima de cuantas barreras se estimaban como inexpug¬
nables, y con impulso desordenado y catastrófico lo arrastrô
todo bajo su arrebatado impulso. Como si la Providencia qui¬
sièse apartar de su vista las etapas más terrorificas de este
huracan de devastacion, Primo de Rivera entregó su alma a
Dios en marzo de 1930, y un ano después, aproximadamente,
salian para el exilio la mayor parte de sus colaboradores po¬
liticos. Obligado a emigrar, pasô Guadalhorce dos annos en
Paris, en compania del martir Calvo Sotelo, del general Mar¬
tinez Anido, de D. Eduardo Callejo, de D. José Yanguas
y de quien estâ leyendo estas mal pergenadas lineas. Pero
no era Guadalhorce de los que puedan permanecer inactivos
ni siquiera en la desgracia. Muy pronto se entregó en cuer¬
po y alma a la construcción del Metropolitano de Buenos
Aires, arrebatando esta bandera de hispanidad a otras em¬
presas extranjeras. En 1933 se dirigió a la capital de la Ar¬
gentina y, contando con el auxilio de espanoles de uno y otro
lado del Atlántico, logró reunir 100 millones de pesos de ca¬
pital, con los cuales realizó la obra mâs perfecta de ingenie¬
ria y de artistica traza de cuantas en esta especialidad se
han llevado a cabo. Todas las grandes acciones excitan jun¬
to à la admiración la envidia y el resentimiento de quienes
se sienten incapaces para llevarlas a cabo, y en ese caso, por
el hecho de demostrar fuera de los linderos de su patria has¬
ta donde llegaba en el dominio de las técnicas modernas la
ingenieria espannola, el conde de Guadalhorce no solo con¬
cito ajenas pasiones individuales, sino también las de aque¬
Ilos à quienes interesa mantener en pie la leyenda de que Es¬
pana es un pais primitivo, incapaz de asimilarse a las con¬
diciones de vida del mundo moderno. Por ello, en torno de
esta obra, grande a mi juicio, como ninguna de las realiza
das por el conde de Guadalhorce, grande por su envergadu-
ra, por su carâcter eminentemente hispánico y por su senti¬
do politico, exponente de una Espana llena de posibilidades
de alta técnica industrial y humana, se levantaron las mavo¬
res intrigas y los mas vastos complots, a fin de restarle mag¬
nitud desvistiéndola del magno propósito de ejemplaridad
que en ella alentaba. Pero pese a todo y todos, alli, en el co¬
razön de Buenos Aires, está el Metropolitano del conde de
Guadalhorce proclamando la capacidad espannola y el firme
anhelo de un pueblo que jamás abandonara con su amoroso
recuerdo aquellos campos de su antigua heredad.
Terminada su obra en la Argentina, regresó el conde de
prales y Politicas