DISCURSO
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»La autoridad del Primado, aunando a los Obispos en ac¬
tuación colectiva, habia logrado anteriormente general asen¬
timiento de las oposiciones y del Gobierno para que en los
nuevos Presupuestos se produjeran iniciales reparadoras jus¬
ticias con un aumento de 14 millones en las dotaciones del
Clero y otras atenciones del Culto. Y ante las circunstancias
por todos conocidas, que acumulaban tantas dificultades y
apremios para la aprobación de un Presupuesto a fecha fija,
sin que ninguna de las agrupaciones parlamentarias reuniera
por si mayoria suficiente, sin embargo, la personal autoridad
del Cardenal Guisasola, no sólo logró el concurso y voto de
todos los Obispos a las consecutivas sesiones celebradas dia
y noche sin discontinuar hasta la aprobación definitiva del
Presupuesto, sino que además, a la vez también, quedó ya es¬
tablecida la fecunda prâctica de que el Primado Ilevara cons
tantemente, para las consultas y acuerdos del régimen interno
de las Cámaras, la representación colectiva de todos los Obis¬
pos Senadores.»
Tales fueron las prendas y calidades de aquel varón insig
ne, en cuya vacante me habéis elegido tan inmerecidamente.
Elevado a las mås altas jerarquias, dió muestras, al morir, de
la mås edificante y cristiana humildad en estas elocuentes pa¬
labras de su testamento: -Prohibimos terminantemente que
en nuestros funerales se haga o pronuncie oración fûnebre,
pues al juicio de Dios, y no al de los hombres, remitimos uni¬
camente nuestras acciones.»
No creo que, dada la ocasión presente, infrinjamos su vo¬
luntad con este obligado recuerdo de sus grandes mereci
mientos. Si en ello hubiera irreverencia, ya veis que la mia
se escuda con la autoridad de los textos que dejo copiados.
Al elegirme a mi para suceder al Cardenal Guisasola, no
habéis hecho otra cosa que seguir sus consejos de humildad.
Aquel varón insigne que tantas veces en el Jueves Santo se
humilló, en imitación de Cristo, a lavar los pies de los doce
pobres, hoy se humilla mucho más al consentir, con resignada
modestia, que aquella medalla gloriosa que se colgó del mis¬
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