DEL ILMO. SR. D. ADOLFO BONILLA Y SAN MARTIN 407
indiscutible es que, con el ingreso de D. Adolfo Pons y Um
be, hemos hecho una adquisición valiosisima, y que, no so¬
lamente me incumbe darle la más cordial bienvenida, sino
felicitarme también y felicitarnos todos por contarle desde
ahora entre nosotros.
Pero coincide con esta circunstancia, otra que me hace
doblemente grato el honroso encargo que la Academia me ha
encomendado: el haber sido companero de glorias y fatigas
del nuevo Académico durante toda nuestra carrera universi¬
taria, toniendo ocasión, por lo tanto, de apreciar de un modo
intimo, directo y espontáneo (con aquella espontaneidad de
los anos juveniles, que forzosamente marchita el transcurso
del tiempo, aunque no Ilegue éste a borrar nunca los rasgos
indelebles del natural carácter), su nobleza de miras, su ingé¬
nita bondad, su exquisito ingenio, que, por virtud de su in¬
trinseca naturaleza, muestra, de palabra y por escrito, horror
a todo lo vulgar, a todo lo plebeyo, y, con aguda perspicacia,
sabe descubrir defectos, sin herir con ellos al prójimo, pero
extrayendo de tal potencia de observación una filosofia pråc
tica, de apariencia irónica y de un fondo admirable de resig
nación y de humanitarismo. Asi se echa de ver en sus con¬
sejos A un reciennacido: «Quiere bien, sé bueno; pero no
sustantives ni adjetives; parecerâs menos exprosivo, pero
serás menos dudoso. — Espera más de la suerte que del me¬
rito. Si en éste confias y con ninguna otra realidad cuentas
lo mejor será, para no cansarte, que esperes sentado. — Nun¬
ca digas, aunque lo pienses, que los hombres son malos,
ni que el mundo está pervertido. Son vulgaridades ya muy
antiguas... Procura tû ser lo mejor posible.»
No dijeron mejor Séneca ni Quevedo, y con ambos tiene
muchos puntos de contacto el Sr. Pons y Umbert, por su
serenidad de juicio, por su ejemplar ironia, por aquel escep¬
ticismo amable que no excluye los grandes sacrificios.
El y vo pertenecemos a una generación que salió de las
aulas para recibir el bautismo enervador de una gran catas¬
trofe nacional, y que, al levantar los ojos hacia las grandes
Max-Planck-Institut für
Real Ac
lorales y Politicas
htsgeschichte
europäische