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DEL SR. D. MELCHOR SALVA
à los expositores de la economia politica que darles uni¬
dad, enlace, cohesión y rigor lógico, y aplicar sus conse¬
cuencias á la vida social y al orden de los intereses mate¬
riales de los estados.
II.
El trabajo y el capital, que se unen y confunden con
la tierra y sus fuerzas primitivas é indestructibles, se
transforman de diversas maneras, senélanse por diversos
caracteres y dan origen á graves cuestiones morales, po¬
liticas y sociales; sus cambios, sus progresos, sus vicisi¬
tudes, sus multiples y complejas relaciones constituyen
la industria; es decir, ese conjunto de cuidados, de teme¬
rosas previsiones, de éxitos silenciosos, de decepciones
amargas, de estremecimientos del alma y contracciones
de nuestras frentes cubiertas de sudor, que, como todas
las luchas, tiene sus ásperos goces y sus horas de miedo,
de desaliento implacable, de sombrios y proféticos anun¬
cios, de loças esperanzas y á las veces de torcedor remor¬
dimiento, cuando una voz nos grita en la soledad del ho¬
gar: «No seria mejor emplear la vida en alguna empresa
grande?» El progreso, ley áspera y cruel, nos obliga à
bajar la cabeza resignada ante esa división y desenvolvi¬
miento del trabajo que ha creado en los tiempos moder¬
nos, esa necesidad de consagrar nuestro tiempo y nues¬
tras facultades á alguno de los varios linajes de industria.
Todas nuestras acciones, todos nuestros esfuerzos no son
más que una perpetua fatiga, dice Goethe; feliz aquél que
no se cansa nunça (1). El autor de Fausto pensaba como
su siglo: «En lo sucesivo, anade, será embarazoso no po¬
seer un arte ó un oficio. No basta el saber en medio del
movimiento rápido del mundo; en él nos perderemos has¬
(1) Máximas, Pensam., pág. 400.
Max-Planck-Institut für
Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte