DEL SR. D. MELCHOR SALVA
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trumento vivo (1). Vemos que si define bien la fuerza
productiva que nos ocupa el Hércules de la ciencia huma¬
na, como lo ha Ilamado en este mismo sitio el ilustre
académico Sr. Alonso Martinez, comprende en ella al
hombre, y no sin razón en verdad, porque era esclavo;
y tenia esta desgracia, porque el verdadero capital era
escaso é imperfecto. Aristóteles asi lo cree: estima que si
cada instrumento pudiese después de recibir una orden ó
de adivinarla, trabajar solo como las estatuas de Dédalo
ó los tripodes de Vulcano, que concurrian sin ajeno auxi-
lio à las reuniones de los dioses, como dice el poeta; si las
lanzaderas tejiesen sin concurso extrano, si el arco tocase
solo la citara, los empresarios no tendrian obreros, ni los
duenos esclavos (2). Lo que el Estagirita miraba como un
prodigio, se ha cumplido; nuestros telares tejen solos,
nuestros tripodes hacen más que caminar sin propulsor
extrano, nos llevan á través del espacio con menos fatiga
que en la arena de los juegos olimpicos al diestro auriga
los fogosos caballos del carro lanzado á la carrera: ya no
hay esclavos; ya no trabajan los obreros como en la Gre¬
cia, oprimidos bajo el peso de ocupaciones degradantes;
dirigen, precaven, regulan y refrenan las mâquinas; sus
fuerzas han sido sustituidas por otras más eficaces. Victor
Hugo expresa este pensamiento con estas metáforas in¬
geniosas: «Gilliatt tenia una sierra y construyó una lima.
Con la sierra cortó la madera y con la lima el metal, y
después se procuró las dos manos de hierro del herrero,
las tenazas y los alicates; las tenazas sujetan, los alicates
cogen: aquéllas funcionan como la muneca; éstas como
los dedos.—Las herramientas son un organismo (3).»
(1) La Politica, lib. I, cap. II, párrafos 4 y 5.
(2) Loco citato, párrafo 7.
Los trabajadores del mar, versión espanola de D. Antonio Ri¬
bot, segunda parte, lib. II, cap. I, tomo 2.°, pág. 104.
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