DISCURSO
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Ni una sola de tales reglas deja de prescribir el trabajo
como función obligatoria del monje, y casi todas ellas sena¬
lan como su principal fundamento la necesidad de combatir
el ocio. Desea la de San Antonio que se odie la desidia y se
amen el trabajo y las aflicciones (capitulos XLIII y XLV) (42);
y de igual modo busca la del abad Isaïas, amor para el tra¬
bajo y la aflicción (cap. Iv) (43). La regla de los santos Pa¬
dres, en el cap. x, debido á Paphnucio, y la de otros Padres
innominados, en su cap. v, ordenan el trabajo, al determinar
el tiempo que á él ha de consagrarse (44). San Macario Ale¬
jandrino (306-395), después de haber aconsejado al monje.
en el cap. VII, que no aborrezca la obra penosa ni sea parti¬
dario del ocio, le dice cuándo ha de estar preparado para el
trabajo, en los capitulos XI y XIV (45). San Pacomio (cap. V)
no permitia que nadie estuviese sentado y ocioso en la Co¬
munidad, y hasta al prepósito y al subprepósito les obligaba
à tejer diariamente seis orgyas (46). Al mismo espiritu res¬
pondieron el precepto de la regla Oriental (47), que no quie¬
re que el prepósito vacile ni ande indeciso en sus trabajos
(capitulo XVII), y el de Orsieso (cap. VII), que mandaba à los
jefes y superiores de los monasterios, que no diesen à los
monjes ocasión de negligencia, empezando por no entregar¬
se ellos mismos al ocio, mientras afligian con el trabajo à
sus hermanos, á fin de no ser medidos con la misma medida
çon que midieran y de no caer en la reprensión del Evange¬
lio à los fariseos: «jay de vosotros, que andâis liando cargas
insoportables y las imponéis sobre los hombros de los hom
bres, y ni siquiera os atrevéis á tocarlas con el dedol» (48).
El gran San Basilio (329-379), cuya regla constituye el côdi¬
go de la vida monástica en Oriente, deja establecido, para
eterna admiración de las gentes, aquel cap. XV, en el que,
invocando y transcribiendo los textos de San Pablo que en
este mi Discurso quedan recordados, dice que la intención
monástica no debe ser ocasión de ociosidad, ni excusa de
fatiga, antes ha de ser causa de pelea y de muchos trabajos
y de paciencia en las tribulaciones; que es un gran pecado
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Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
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