DEL ILMO. SR. D. ADOLFO BONILLA Y SAN MARTIN
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cios que, siguiendo la regla de San Pacomio, tejian el lino, y
hacian esteras, y practicaban los oficios de carpintero, de
sastre, de hortelano, etc.; aquella regla benedictina, donde se
ordena que el monasterio se construya con todo lo preciso
(agua, molino, huerto y panaderia), procurando que en él se
ejerzan todas las artes; aquellas constituciones cartujas, don¬
de tan minuciosamente se regula todo lo relativo á la agri¬
cultura y à la ganaderia; aquellos taciturnos trapenses, que
hacian cestos, cucharas y escobas, mondaban hierbas y le¬
gumbres, encuadernaban libros y hacian cinturones..... Pues
todos estos santos varones, que sabian conciliar à Marta con
Maria, deberian ser hoy admitidos, si en Rusia vivieran, à
participar de los beneficios de la ciudadania en la Republica
federal socialista de los Soviets, la cual, en el articulo 18 de
su Constitución (de Enero de 1918), «decreta el trabajo obli¬
gatorio para todos los ciudadanos de la Republica, y procla¬
ma el principio: quien no trabaja, no come».
àLlegaran tiempos en que este régimen se universalice,
cesando el absurdo divorcio, determinado por el régimen de
esclavitud en que deseansa la Edad Antigua, entre el trabajo
manual y el intelectual? Yo creo que si, y aun pienso que
esos tiempos, en los cuales el industrialismo especulador
serä imposible, están más próximos de lo que parece. Asi lo
comprendia en 1614 nuestro P. Pedro de Guzmán, S. I., en el
âureo libro que lleva por titulo: Bienes de el honesto trabaio
y danos de la ociosidad, donde, comentando las palabras del
Apóstol (II Thessal., 3-10): «Cuando entre vosotros estába
mos, esto os denunciâbamos: que si alguien no quiere traba¬
jar, no coma»; palabras reproducidas hoy, como hemos vis¬
to, en la Constitución revolucionaria rusa, escribe (pági¬
nas 30-31): « Lo que el sagrado Apóstol aqui nos ensena con
ol exemplo y con la palabra, quisieron algunos enemigos del
trabajo entender del exercicio y trabajo espiritual, no del cor¬
poral, alegando o entendiendo mal aquellas palabras de
Christo nuestro Senor; Maria escogió la mejor parte, y di¬
ziendo que los hombres perfetos han de imitar a los ángeles,
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