DISCURSO
DEL SENOR
D. ADOLFO A. BUYLLA Y G. ALEGRE
Confieso sinceramente, senores Académicos, que no acier¬
to con frase que pueda expresar la emoción que oprime mi
espiritu en este solemne momento, en que, al abrirse para
mi las puertas de la Academia que tan alto papel desempena
en la cultura espanola, irrumpe de mi corazón el fervoroso
sentimiento de gratitud que, más que à nadie, debe embargar
à quien, como yo, no puede alegar mérito de ninguna clase
digno del singular galardón con que ahora se ve honrado;
porque si algo he laborado en la obra social de Espana du¬
rante mi ya larga vida, el deber profesional, y, más que todo,
irresistibles inclinaciones, imperativos de conciencia, fueron
determinantes obligados de un trabajo que, hasta por lo co¬
mûn y vulgar, no es merecedor de distinción, y mucho me¬
nos de la elevadisima, que ahora recibe.
Decir que mi agradecimiento à esta muy docta Corpora¬
ción durará lo que dure la lucidez de mi espiritu, es muy
poco; prometer que en justa, justisima correspondencia à
vuestro voto archibenévolo, he de consagrar mi esfuerzo à
la obra que ha puesto tan alto el nombre de la Academia,
es menos todavia. Ya mis fuerzas declinan bajo la doble pre¬
sión de los anos y de una vida harto trabajada; llego, pues,
tarde à esta ilustre casa para pensar en que mi colaboración
Max-Planck-Institut für
oliticas
europäische Rechtsgeschichte