DEL ILMO. SR. D. FAUSTINO ÄLVAREZ DEL MANZANO
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rada, cuanto menos comprendida en tiempos de servil adu¬
lación y de desenfrenadas ambiciones. Ensalzado por los re¬
yes y enaltecido por los papas, no quiso ni dignidades ni
honores: por tres veces rehusó el capelo cardenalicio, que
con vivo interés le ofreciera Paulo V (1), y con respetuosa
entereza resistió los deseos del Rey Felipe III, quien, admi¬
rador de su ciencia, en vano pretendió retenerle para utili¬
zar sus consejos: «las veneraciones de la corte, los halagos
del poder, las cercanias de la majestad.....» Nada bastó á sus¬
traerle de sus libros y de su modesta câtedra de la Univer¬
sidad de Coimbra. Humilde, fué virtuoso; porque lo fué, su¬
bordinó su razón, sin rebajarla por ser destello divino, á la
Verdad infalible, é iluminado por ella, dominó la ciencia.
mereciendo de un gran Pontifice el dictado de lumbrera de la
santa sabiduria.
Triste es, Sres. Académicos, que en tierra extrana des¬
cansen las cenizas del hombre prodigioso que tan alto puso
el cientifico nombre de su patria. Francisco Suárez fué una
gloria universal; pero una gloria ante todo y sobre todo es¬
panola. Cuando la región portuguesa dejó de formar parte
de nuestros vastos dominios, Espana debió reivindicar aque¬
Ilos restos, para guardarlos alli donde, à la sombra del se¬
pulero de la gran Reina católica, se guardan las reliquias de
reyes y principes, de prelados y magnates, de sabios y ar¬
tistas, y de aquellos héroes que, con sus legendarias haza¬
nas, salvaron la religión y la monarquia y la nobleza y la
ciencia y el arte..... Todo lo que era castizamente espanol y
simbolizaba la grandeza de la patria. Mas ya que por nues-
tra malhadada incuria lo que pudo y debió hacerse no se
hizo (y quizá sea tarde para hacerlo), de habernos de conten¬
El vizconde de Rias, sobrino del P. Suárez, dejó escrito lo si-
guiente: «Entre los muchos papeles, que ha querido la desgracia se ha¬
yan perdido en mi casa, han sido otras muchas cartas de los Senores
Reyes y del Papa Paulo V, ofreciendo Su Santidad por tres veces, dar el
Capelo à mi Tio, y Su Majestad persuadiéndole á ello; aunque siempre
mi Tio hizo toda oposición por su grande humildad.»
Max-Planck-Institut fü
uropäische Rechtsges