DISCURSO
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propias decaen y se extinguen sobreviene la decrepitud ô la
muerte.
Mas no se me hará la injusticia de suponer que, incu¬
rriendo en im perdonable paralogismo, salte de un concepto
à otro de la fuerza para confundirla con el derecho y colo¬
carla en el solio que éste deje vacio; no, sobre este punto me
limitaré á citar unas luminosas palabras de Weiss (Apologid
del Cristianismo), con las cuales me hallo completamente
conforme: «El derecho del hombre, dice el sabio filósofo, se
ordena primeramente segun sus fuerzas y capacidades y, en
segundo lugar, segûn la empresa que tiene que cumplir.»
A mayor fuerza, mayor derecho.» «Esta frase no puede ser
mal interpretada en el terreno cristiano, pues en él no hay
fuerza sin empresa ni derecho sin deber.» «Fuerza, derechc
y deber permanecen inseparablemente juntos. Los hombres
no son todos igualmente creados, sino diferentes segun sus
fuerzas intelectuales y corporales, y por esto à ellos corres¬
ponden sus obligaciones y derechos.»
«Los derechos de los hombres están también de acuerdo
çon la empresa que deben cumplir: «A mayor empresa, ma¬
vor derecho.» Está, pues, fundado en el derecho natural que
uno tenga mayor derecho cuanto mayor sea el papel que re¬
presente en la sociedad.»
«En la frase: sá mayor empresa, mayor derecho», se en
cuentra la explicación de la siguiente: «á mayor fuerza, ma
vor derecho». El hombre no ha recibido grandes capacida
des y fuerzas del Creador, para que las explote exclusiva¬
mente en su provecho, sino para ser ûtil à los demâs. De
aqui que no debemos asombrarnos de esta frase: «à mayor
fuerza, mayor derecho», puesto que confesamos que el hom¬
bre tiene que emplear esas fuerzas suyas en utilidad de la
comunidad.»
Cuantos fenómenos de fuerza se presentan à nuestra
contemplación en los diversos periodos del ciclo de las socié¬
dades politicas! Cuánta diferencia en su intensidad y en la
supremacia de unas ù otras en cada uno de ellos! ;Cuan
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Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
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