DEL EXCMO. SR. D. MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO
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de toda finalidad objetiva, llámese perfección, llámese
bien supremo, y à la cual, sin embargo, por extrana
inconsecuencia, se le atribuyen los caracteres de impe¬
rativa y absoluta. No desconozco la belleza y eleva-
ción moral de algunos conceptos kantianos; hasta el
esfuerzo mismo que el gran dialéctico hace para salvar
el instinto moral de los terribles escollos de la contra¬
dicción, me parece generoso y simpático; pero una ética
puramente formalista, el querer por el querer, la volun¬
tad sin objeto, tiene que resolverse forzosamente en
consecuencias negativas. Para que alcance el valor de
un ideal positivo que pueda ser norma y ley de vida,
hay que comenzar por un acto de fe moral, que es muy
dura cosa exigir à los lectores de la primera Critica. Y
con actos de fe moral es imposible contestar á los que
bueno ó malo, alto ó bajo, en algûn principio de reali-
dad, y no en simbolos lógicos, buscan el móvil y la ley
de las operaciones de la voluntad. El formalismo moral
à priori era una construcción quimérica que desgracia-
damente, al hundirse, ha envuelto en su descrédito el
de toda concepción idealista, siendo la causa más remo¬
ta, pero quizå la mås honda, de la angustiosa anarquia
de la conciencia filosófica que hoy deploramos. Vana-
mente lidian los neo-kantianos, especialmente Renou-
vier, por deducir racionalmente la noción del deber y
fundar una Ciencia de la moral independiente de la Me
tafisica y superior á ella, subordinando la razón pura
ó teorética á la razón práctica. Este recurso desespera¬
do, que recuerda el suicidio racional de las escuelas tra-
dicionalistas, es de todo punto incompatible con la filo¬
sofia critica, y apenas se concibe en hombres cuyo cri-
ticismo ha venido à parar en mero fenomenalismo, mås
próximo à la filosofia de David Hume que á la de Kant.
Querer imponer después de esto una dogmática moral
en nombre del principio supremo de la razón pråctica,
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Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte