DEL EXCMO. SR. D. RAIMUNDO FERNÄNDEZ VILLAVERDE
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cia, ni la riqueza, ni la educación ni ninguna superio-
ridad, alcanzarån representación propia, à no destruir
en su misma base el principio electivo y el régimen par-
lamentario, imponiéndose à la voluntad de unos electo¬
res por la coacción del capital y de la propiedad, à la
de otros por la intervención del poder pûblico. No se
fie con ilusoria esperanza en la influencia persuasiva
de las clases directoras. Es más militante, mås activa
la de los agitadores politicos, y los hombres no se mue¬
ven por la razón, sino por las pasiones. Si el sufragio
universal no entrega á las muchedumbres el poder del
Estado, es una mixtificación indigna; si se lo entreg
ellas lo ejercerän tarde ó temprano con su espiritu y su
sentimiento de clase, cada dia más hostil al orden exis-
tente, no ya sólo al religioso y al politico, sino al social,
que descansa sobre las dos columnas, sin aquellos gran¬
des apoyos inseguras, de la libertad y la propiedad in-
dividuales.
Es verdad que semejante institución, á despecho de
sus vicios y riesgos, existe y funciona de cuarenta anos
à esta parte en grandes naciones de ambos mundos.
Bien quisiera compendiar aqui las lecciones que se des-
prenden de su experiencia con relación à la estabilidad
y al progreso politicos; pero ya que no me permita
tanto el tiempo, no resisto á la tentación de someteros
algunas consideraciones históricas acerca de su origen.
Reuniéronse los Estados generales en Francia ahora
hace un siglo. Es sabido que para ordenar su elección
fué necesario consultar á los sabios y registrar los archi¬
vos, pues la ultima convocatoria databa de 1614. El
censo aceptado por Luis XVI fué amplisimo. Dentro del
sistema de los órdenes ó estamentos, el sufragio recono¬
cido al estado Ilano, alcanzaba en su grado primero à
todo francés de veinticinco anos domiciliado y compren¬
dido en las matriculas de la contribución directa con
Max-Planck-Institut für
sy Politicas
europäische Rechtsgeschichte