CONTESTACION
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La blasfemia, que de la impiedad procede, es un sin¬
que anuncia no lejana la disolucion
toma gravisimo,
social. Un filésofo frances, ministro que fué de la Repu¬
blica en el afio 1848, dijo una gran verdad: son sus pa¬
labras textuales: «En el pais donde se generaliza la blas¬
femia, la civilizacion està falseada, y la sociedad no lejos
del cáos.»
Ciertamente que dijo bien ese filésofo: asi es, y no pué¬
de ser de otra manera, donde quiera tome grandes pro¬
porciones ese crimen repugnante. Repugnante, si, e in¬
concebible por cierto. Insectos inmundos, que ayer na¬
cieron y manana morirán, y cuyo polvo estéril se arras¬
trará muy pronto à impulso de los vientos, se declaran
en rebelion abierta contra el Sér de la pujanza, que es¬
tremece el Orbe con su rayo y recorre su circunferencia
sobre la tempestad y el torbellino! Es incomprensible;
mas, por desgracia, es un hecho bien notorio. Hasta los
ninios, que apénas saben hablar, han aprendido à blasfe¬
mar el sacrosanto nombre de Dios!! Ni entre los salvajes
se vé un escándalo semejante. Los insulares de la Ocea¬
nia, los indios del Canadá, los lapones y los hotentotes,
ensenian el respeto debido à la Divinidad. El egipcio no
tolera que se hable mal del Espiritu Creador, ni el indio
de su Brahma, ni el chino del Tou-Yeou, ni el etiope de
la Causa inmortal, ni el persa del Hormuzd. jY en las
naciones que se llaman civilizadas se insulta publica¬
mente à Dios!!!
Pero no... Donde à la luz del dia se perpetran y tole¬
ran tales crimenes, repito, con el sabio Lamartine, que
«La civilizacion esté falseada, y la sociedad no léjos del
caos.»
Concluyo sin resûmen, sin epilogo, porque de ello me
dispensa la ilustracion de este auditorio. El epilogo no es
siempre necesario; alguna vez es superfluo.
Max-Planck-Institut für
Real Ac
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