CONTESTACION
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no sólo en titulo, sino en espiritu y en verdad Catölica.
Si de invenciones se tratara, yo desafiaria á los más
dotados de imaginacion á que organicen y combinen un
espectáculo á la vez más sublime y más humilde, más
régio y más democrâtico que el que estábamos acostum¬
brados á ver cada ano.
Habia un dia en que el Soberano de una gran nacion
se ponia de rodillas ante la cruz, y alli se le presentaban
unos enlutados legajos, sentencias capitales de algunos
culpados, y el Rey, besando el suplicio del Gólgota, ten¬
dia la mano y decia yo los perdono... para que Dios me
perdone: se confiesa reo al mismo tiempo que obra co¬
mo Rey
Verdad es que la vispera de este dia, tomando en sus
manos no el cetro y el estoque, sino el jarro y la palan¬
gana, cininéndose no el manto de la majestad ó la espada
de la fuerza, sino la toalla de la servidumbre, se habia
arrodillado ante doce mendigos, y les habia lavado los
piés, y se los habia besado y les habia servido à la mesa.
Ahora bien, yo os pregunto: si el sacerdote ó el cónsul
de la antigua Roma al trazar el surco de circunvalacion
6 poner mano al arado, consagraban una colonia y enal-
tecian la agricultura, estos actos consuetudinarios de la
monarquia cristiana , no consagrarån la pobreza y enal-
tecerén la humildad?
No, os digo yo: no, os dice la influencia de la Buena
Nueva: la humildad y la pobreza no han menester eso,
porque son las duenas de la tierra y las herederas del
cielo. Quien à si propio se engrandece es el Rey, que con¬
fesándose reo y sirviendo como hombre, usa los atributos
y ejerce los oficios de la divinidad humanada.
Ni creais, sin embargo, como algunos falsamente ar-
guyen, que este ejercicio continuo de la humildad, esta
confesion repetida de la propia miseria, enerve el ánimo
y gaste la energia ni del magistrado, ni del padre, ni
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