DISCURSO
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sus costumbres, la vergüenza enrojece el rostro, y una
ira digna enciende el corazon. Por todas partes se veian
los estragos de la miseria en nuestro pais: los caminos
estaban desiertos por temor á los bandidos; excesos re¬
pugnantes turbaban la paz de las chozas, de los palacios
y hasta de los lugares de recogimiento (1); el adulterio se
llamaba galanteo, y la administracion püblica llegó en
sus escandalosas depredaciones al ûltimo grado de cor-
rupcion (2).
El siglo XVIII, que tan gran influencia ha ejercido so¬
bre el nuestro, no puede tampoco darnos lecciones de cas-
tidad, de templanza y de respeto à la propiedad, à la li¬
bertad, à la honra y à la vida. ; Cómo habia de hablarnos
de castidad, hallándonos tan cerca de aquellos tiempos en
que raptores á sueldo estaban encargados de espiar, sor-
prender y conducir al Parque de los ciervos las victimas
que vendia la miseria, ó eran arrebatadas à sus fami-
lias (3)? No puede hablarnos de respeto á la propiedad.
porque hasta los romances populares nos recuerdan los
nombres de aquellos célebres malhechores que robaban
y asesinaban à los ricos, daban limosna à los pobres, ha¬
llaban hospedaje en todos los pueblos, ponian á contri-
bucion à los caminantes y hacian respetar su irregular
soberania por decenios enteros. No nos puede hablar de
seguridad personal, no sólo por el lujo de arbitrariedad
desplegado por el poder (4), sino tambien por el nûme-
(1) Lafuente, Hist. gen., tom. XvI, pág. 121.
(2) Id., Id., tom. xv, pág. 408, y tom. XVI, pág. 510.
Colmeiro, De la constitucion de los reinos de Leon y de Casti¬
la, cap. XXVIII, pag. 329, nota 2.
(3) Louis Blanc, Historia de la revolucion francesa.
(4) La Bastilla en Paris estaba llena de infelices à quienes no
se decia nunca la causa de su desgracia. Mad. Pompadour envia¬
ba à ella à sus rivales. Mad. Sauvé fué encerrada por un billete
que se la atribuyó, y no volvió á salir del encierro. El caballero
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rales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte