DISCURSO
DEL
SR. D. MIGUEL SANZ Y LAFUENTE.
SENORES:
DiriciL empefio es dirigir la palabra à un concurso tan
flustre y venerando: es empresa colosal, si hubiera de lle¬
varse à cabo con la dignidad que reclama la imponente
présencia de varones tan esclarecidos; pero si tan ardua
es la tarea, y el desempefio de gigantes ; cômo tiene un
gmeo la audacia de aceptarlo?
à Audebis ne præcor doctae subjecta caterva
Inter tot proceres, parva Minerva, loqui?
10 no puedo ciertamente en esta ocasion solemne ofre¬
cer una prueba de erudicion y de talento, como la hubie¬
ra dado en su caso mi digno antecesor, el sabio, el eru¬
dito Sr. D. Juan de Cueto, por cuyo sentido fallecimiento
ha tenido à bien la Real Academia admitirme en su seno.
dispensandome en ello un honor que me confunde
Pero aunque conozco bien à fondo la exiguidad de mi
merito, una consideracion me alienta: la grandeza pro¬
pla de vuestro elevado rango y la indulgencia que siem¬
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orales y Politicas
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