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Tal como era lo elegimos en 1933. Viene aqui en 1935
«çon el alma convaleciente de pasados quebrantos, pero
çon la integridad de sus convicciones». Entre las dos fé¬
chas, más de un ano, bastante en todo orden para alterar
avaluos e inventarios. Lo pasó y lo hemos pasado todos
çon los efectos inevitables del tiempo y de la vida ; sobre
él como sobre nosotros pasaron preocupaciones, amai¬
guras, esfuerzos e inquietudes, pruebas, en suma, al cabo
de las cuales, si hubiéramos de volver a elégirlo, nues¬
tra segunda unanimidad seria tan resuelta como antes,
más grata y merecida si ello cupiera.
Contrariando la rectitud y el gusto he hablado poro
del recipiendario, porque necesito hablar también del
tema de su discurso. No se me planteó por un momento
la duda sobre eludirlo, sin ocultârseme, entre los argu¬
mentos para intentarlo, autorizados y directos précéden¬
tes. En la tradición, madre, para estas solemnidades, de
la Academia francesa, cada discurso es un elogio del que
se marchó definitivamente y del que entra reemplazan¬
dole. Aquel sistema, adecuado a un pais con plétora de
producción intelectual, no pareció conveniente a nues¬
tras Academias, y los respectivos estatutos impusieron
como estimulo de fecundidad la disertación sobre un
tema. Aun asi, académicos de tanta autoridad en esta
casa como D. AMóS SALVADOR llevaron el influjo del
modelo francés a extremo tal de abstención, que habien¬
do discrepado aquél de la tesis sostenida por este ejem¬
plar varón, que se llama PEDREGAL, a quien recibia, dejó
la controversia para posterior iniciativa académica.
Respetando otros criterios y precedentes, no he queri¬
do acogerme hoy a ellos, porque, de hacerlo, habria cho¬
cado con mi creencia, traducida en actos propios, y aun
con mi lealtad. Para mi, el académico que contesta a
Max-Planck-Institut für
Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
uropäische Rechtsgeschichte