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historia contenian vicios y lacras cuya dépura¬
ción era necesaria, y podriamos todos fâcilmente
entendernos; pero combatir a los partidos en
principio y declarar preferible su inexistencia
—a reserva de aconsejar luego Gobiernos de con¬
centración de afines, que son su triste sustitu¬
tivo—es una de las más curiosas anomalias.
Cierto que es frecuente que los portavoces de
tan extrana opinión sean quienes han pasado la
vida luchando en vano por crear un partido para
su uso personal; pero hay que reconocer que no
han dejado de alcanzar sus predicaciones la aco¬
gida extensa, aunque no selecta, que tiene toda
propaganda disolvente. Olvidan unos, y recuer-
dan demasiado otros, que un partido politico re¬
presenta la conformidad de quienes lo constitu¬
ven en unas mismas ideas y unos mismos procè¬
dimientos politicos en momentos dados, y que
preferir su inexistencia representa preferir las
multiples discordias a las grandes armonias, las
oposiciones y resistencias a las conformidades y
apoyos; la actuación desenfrenada de los indivi¬
duos a la juridica ordenación de los organismos.
Las naciones en donde ha surgido este mal
—que como mal lamentable lo han reputado¬
hacen esfuerzos considerables para volver a la
existencia de los grandes partidos como a la ver¬
dadera normalidad constitucional y parlamen¬
Max-Planck-Institut für
Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte