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do al mismo Walpole, autor reconocido del sis¬
tema.
En estos tiempos es cuando Burke da a la
estampa su célebre obra antes aludida, y en ella
aparecen las páginas admirables sobre los par-
tidos. Refuta en primer término la doctrina que
una cabala cortesana pretendia inculcar: que to¬
das las agrupaciones politicas son por naturaleza
facciosas y como tales deben ser combatidas y
deshechas; que el criterio para formar gobiernos
es la mera habilidad personal de sus componen¬
tes, segûn el aprecio de la Corte, y recogidos és¬
tos de todas las procedencias y denominaciones.
Tal habia sido, en efecto, la doctrina soste¬
nida por el conde de Bute en el discurso pro¬
nunciado contra el unico gobierno al que pûbli¬
camente y directamente habia hecho la oposi¬
ción. Tal doctrina, sin embargo, no asombraba a
Burke: «Es la opinión—dice—que ha sido cuida¬
dosamente inculcada en todos los tiempos por
los hombres de Estado anticonstitucionales. Y la
razón es evidente. Mientras los hombres están
ligados entre si, fácil y rápidamente se comuni¬
can la alarma de un designio pernicioso. Pueden
penetrar en el fondo de él por una comûn deli¬
beración y oponerse a él con la fuerza que la
unión presta. Mientras que dispersos, sin con¬
cierto, orden ni disciplina, la comunicación es
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Ciencias Morales y Politicas
juropäische Rechtsgeschichte