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munes, teatro de las maniobras ambiciosas y co¬
dicias de los partidos, juzgó llegado el momento
de prescindir de la voluntad del Parlamento,
aunque no de la institución, buscando entre sus
cortesanos quien sin haber usado de la palabra
en las cámaras ni conocer los secretos de la ad¬
ministración, habia de imponer la prerrogativa,
como entonces se decia, aludiendo al poder
real. De cómo resultó el gobierno asi formado
por el conde de Bute, los historiadores ingleses
nos enteran; y mejor que todos, el pincel, mas
que pluma, de Macaulay nos describe los apuros
y quebraderos de cabeza de Jorge III, esclavo,
esta vez de verdad, de los ministros por él elégi¬
dos, cuyos desplantes y groserias hubo de sopor¬
tar, convencidos como se hallaban de que el
monarca no podia desprenderse de ellos, para
volver al fin a requerir las luces y auxilios de
los partidos y de sus hombres preeminentes,
desvanecido el espejismo de una voluntad nacio¬
nal enemiga o apartada del Parlamento, voluntad
que sólo se pronunció, y de un modo inequivoco,
al ver surgir la figura del valido, desconocida ya
en Inglaterra desde que siglo y medio antes des¬
apareciera con Buckingham. Lord Bute, ademås,
durante el corto periodo de su gobierno hubo
para sostenerse de practicar la corrupción par¬
lamentaria en proporciones que hubiesen aterra¬
de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte