de la soberania la libertad individual, ha ido lentamente
destruyéndola, o cuando menos, socavando sus bases tradi¬
cionales. En el mundo antiguo, en el medieval, la soberania
ahogó la libertad; el término de la evolución del mundo
moderno acusa a su vez la desaparición por obra de la li¬
bertad de la noción de soberania.
Hay, en opinión de Duguit, en el desarrollo histórico de
la noción de soberania dos momentos decisivos y criticos,
que pueden equipararse a un punto de partida y otro de lle¬
gada: 1789 y 1918.
1789 representa la proclamación, por obra de las Decla¬
raciones francesa y americana, de los derechos de los hom¬
bres, en adelante libres e iguales; 1918 es el triunfo de la con¬
cepción del Estado-Nación, mantenida por Francia, sobre
el Estado-poder, representado por Alemania. (Necesitaré de¬
cir que, no figurando entre los devotos incondicionales del
punto de partida, no puedo incluirme tampoco entre los en¬
tusiastas del punto de llegada?
Coincido plenamente y sin reserva alguna con Duguit en
su concepción del momento histórico actual, traducida en un
afortunado y clarisimo enunciado del gran problema politico
de nuestro tiempo. — Ese problema no es otro que el que
plantea la necesidad de la transformación en Estado nacio¬
nal del Estado poder; de la penetración real de la Nación en
el funcionamiento de sus órganos directivos; de la incorpo¬
ración verdadera y no aparente de los ciudadanos al Estado.
La doctrina de la autolimitacioón de la soberania no es,
en realidad, cosa original ni nueva; ni va encaminada à otra
finalidad que la de buscar garantias eficaces y prácticas para
la libertad, evitando el vértigo tentador del poder absoluto.
Pero scómo llegar a resultado semejante? «En qué forma?
De qué modo? (Con cuáles medios e instrumentos? Y la ne¬
cesidad obliga a decir que la obra politica del siglo xix ha
sido en este punto equivocada: habrá, quizá, que desandar
lo andado y volver a empezar.
Max-Planck-Institut für
nia de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte