CARLOS RUIZ DEL CASTILLO Y CATALAN DE OCON
ma sennala la edad de oro del liberalismo: la de su apo¬
geo lógico-vital.
En primer término, el sistema liberal que râpida¬
mente se forma por una articulación de principios lan¬
zados en direcciones coherentes, adviene en determi¬
nada altitud del curso histórico. Cabe juzgar sus pre¬
misas y su formación, y no basta considerar sus ré¬
sultados. El pensamiento de los filósofos confluye, en
esa altitud del tiempo, con la razón histórica; el Dere¬
cho natural, va secularizado desde las grandes elabo¬
raciones doctrinales del siglo XVII, se alia al poder de
los recuerdos. Combate las formas politicas preceden¬
tes, pero —por ser hecho histórico— no se explica sino
con el antecedente de las mismas instituciones contra
las que se vergue. Por una parte, los antecedentes son
doctrinales —la Ilustración, la Enciclopedia—, por otra
parte aparecen fases politicas que no configurarian la
superficie del tiempo si no estuvieran presentidas en
etapas precedentes. Ni el Estado liberal se concibe sin
el Estado absoluto, ni la libertad popular sin el Des¬
potismo ilustrado, ni el club revolucionario sin el ante¬
cedente de los salones y de las tertulias literario-poli¬
ticas. Cambia la dirección de la corriente y se altera
su caudal, pero no se interrumpe el curso, ni deja éste
de nutrirse con varias aportaciones.
Como se trata de sistemas vivos, cabe que sufran
mutación los fines de las instituciones. Sobre todo, hay
algo que mana siempre en el espiritu humano cuando
se pone en contacto con los hechos: la interpretación,
puerta por la cual la vida que cambia se introduce en
la fortaleza, erizada de lógica, de los principios abs¬
tractos. Entregadas a la interpretación, las ideas que
son soporte de instituciones despliegan todas sus vir¬
Max-Planck-Institut für
ias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte