Para nuestro filósofo moralista es esencial el método para saber
vivir. Véase, pues, agrega Ovejero, «cómo la vida no puede ser objeto
de menosprecio ni de aborrecimiento, como seria la conclusión lógica
de todo pesimismo consecuente. No un mal, sino muchos, encierra la
vida; pero el instinto, en esto más despierto que la reflexión, nos ad¬
vierte, con su horror a la nada, que la vida es un bien (si no absoluto),
y en la mayor parte de los nacidos, el deseo de recomenzar la existen¬
tencia, por desdichada que ésta fuese, es el reconocimiento de que en
este mundo y en la vida está nuestro destino, destino dichoso a pesar
de todos los dolores que le son inseparables. Para Gracián no hay dicha
ni desdicha, no hay más que prudencia e imprudencia».
Tal vez exagera el comentarista el alcance de la afirmación gra¬
cianesca «es esencial el método para saber vivir». Lo que si acepto
es que, para Gracián, «prudencia» e «imprudencia» son los resortes
que nos alzan o nos derriban. El mismo dice en El Politico hablando
del Rey Católico, que aun cuando tuvo gran valor, jugó con manna; y
textualmente: «No fué afortunado Fernando, sino prudente, que la
prudencia es madre de la buena dicha. Comûnmente es feliz, asi como
la imprudencia desgraciada; todos los mas prudentes Principes fueron
muy afortunados». Lo que habrá que aclarar, y se hará en su sazón.
es el sentido en que emplea Gracián la palabra prudencia,
GRACIÄN Y NIETZSCHE
Al disponerse a comparar estos dos pensadores, Ovejero declara
que va a seguir los pasos de Rouveyre, el mayor panegirista de Gra¬
ciàn, y a reproducir sus principales argumentos.
Para Rouveyre y Ovejero, «Gracián es el primer eslabón de una
cadena que, teniendo su punto de arranque en la formidable arsolla
de la fragua ignaciana, se extiende por el tiempo enlazando a los dos
grandes pesimistas modernos: Schopenhauer y Nietzsche»,
A esto de la argolla ignaciana yo no puedo asentir. Tan no es Gra¬
cian el primerr eslabón de esa cadena que sujeta por la anulacioón de
la voluntad en que consiste la obediencia, que, para salir a la calle a
prédicar su moralismo voluntarioso, empezó por soltarse de la ar¬
golla. Gracián sabia de sobra que la filosofia de sus libros no era com¬
patible con la cadena que aceptó al profesar en la Compania de Jesus
y por eso se disfr azó al publicarlos, procur ando esquivar las sanciones
que sufrió luego.
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ademia de Ciencias Morales y Pol
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