ànimos y el aplauso del pueblo, y con la simulación de amar o aborre¬
cer lo que él ame o aborrezca; encarga al Principe que se desvele en
sembrar la discordia entre las clases y categorias sociales, y entre
los ministros de su gobierno; insiste en las ventajas que reporta la
disimulación, y aunque no se atreve a recomendar abiertamente la
mentira, si permite callar o celar la verdad, que es una forma disimu¬
lada del mentir.
Pedrian fâcilmente agregarse otros análogos consejos de Saavedra;
pero basta con lo ya dicho para corroborar lo que he afirmado desde
el comienzo. Si en sus «buenos consejos» Saavedra se da la mano con
Quevedo y Mariana, también toma frecuentemente la compania de
Maquiavelo para andar por el mundo y platicar como adoctrinador
cerca del Principe Baltasar Carlos, en la Corte de su padre el Rey Fe¬
lipe IV.
Puede atribuirse la fluctuación de la doctrina al oficio en que ac¬
tuó Saavedra, diplomático en casi todas las Cortes de Europa, que le
obligaria en muchos casos a fingir, y a celar la verdad. También
pudo arrastrarle a lo mismo el haber nutrido su doctrina con materia¬
les de acarreo, de muy varias procedencias y calidades, que almacenó
precipitadamente en su privilegiada memoria, y lanzó luego unos tras
otros, o revueltos, sin someterlos a reposado exámen critico, sin cri-
barlos a través de una convicción propia, previamente formada, que
los organizara, trabara y sistematizara, sin lo cual no puede haber
doctrina sólida, sino revoltijo de ideas que no se avienen a vivir en la
misma casa.
VII
Baltasar Gracián
(1601-1658)
EL HOMBRE Y EL AMBIENTE
Gracian, aunque algo posterior, fué contemporáneo de Quevedo y
Saavedra Fajardo. Estos vivieron en las dos ultimas décadas del siglo
XVI y la mitad primera del XVII, al paso que toda la vida de Gracián
se halla inscrita en este ültimo siglo.
Max-Planck-Institut für
cias Morales y Pol
europäische Rechtsgesch
ichte