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de entroncar con el clasicismo todas las herejias, errores
y revoluciones. Pero digamos en seguida, que las mismas
alegaciones defensivas del humanismo, recalcadas porel
P. Cayuela y sus hermanos de Religión y consistentes en
reconocer la necesidad de seleccionar, expurgar, depu¬
rar y purificar los autores grecolatinos después incluso de
haberlos sometido a un escrutinio eliminatorio, lo que equi¬
vale a confeccionar ediciones ad usum scholarum, patenti¬
zan, como el mismo Padre sienta, que existe un peligro
—fácil de evitar segûn él—, pero muy real y no ticticjo.
Toda la confusión y consecuente controversig, antes de
que el amor propio y el proselitismo las agravasen, nacie
ron, pues, de no coincidir los interesados acerca del valor
y alcance del concepto humanismo y de la forma en que
habian de ponerse los autores paganos griegos y latinos
en manos de la juventud. En cuanto esto se hace, es ya
pequenna o nula la distancia que puede separar a hombres
como don Marcelino Menéndez y Pelayo y don Alejangro
Pidal y Mon, que amistosamente midieron sus armas en
las páginas de la Ciencia Espannola.
Ung vez aclarado satisfactoriamente lo que son las
humanidades clásicas y armonizadas las ensenanzas del
Cristignismo con la belleza y las serenidades y aun aciertos
filosóficos y de moral práctica del paganismo, de suer¬
te que, aun sin llegar a transformar los vasos de las or¬
gias paganas en cálices de ofrenda pard los fem¬
plos del Senior, conforme queria San Agustin, no peligren
ni la fe ni las buenas costumbres de los escolares, el pro¬
blema queda reducido a averiguar cuál es la nota susfan¬
tiva que urge imponer en la formación cultural de nuestra
juventud. Y éste es el discurso de nuestro companero.
Puntugliza, en la forma acertada que habréis aprecia¬
do, cuál es el sentido amplio que debe darse al humanis¬
mo, y busca en seguida en la Edad Media, como
factora de nuestra nacionalidad, el espiritu cristiano
Max-Planck-Institut für
Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte