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criterio individual, llegándose a la trágica paradoja de
que sólo podia delinquir aquel que obrase contra la co¬
mün norma establecida; pero olvidando de imbuir en el
hombre que el delito ya existia desde el momento en que
en su conciencia se infringia la norma moral. Mas si el
sentido moral y el tundamento en que él debe asentarse
era punto de litigio, éen nombre de qué podia una educa¬
ción dictar código alguno?
El Estado, en definitiva, podrá imponer una legalidad,
pero no la moralidad.
* * *
Si la inteligencia puede desarrollarse por la educación,
no es menos evidente que también son susceptibles de ello
el sentido moral y el estético; pero asi como la inteligencia
se amplia y pertecciona por el nûmero y conexión entre si
de las verdades adquiridas, del mismo modo el sentimiento
de la obligación, del deber y la fuerza de la voluntad para
cumplirlo se fortalecen cuando a nuestra actividad moral se
le dan principios capaces de sostenerla y vivificarla. La filo¬
sotia imperante, hasta dias bien cercanos a nosotros, claro
es que no desconocia la importancia de atender al orden
moral, al estético y aun al religioso, y sus pedagogos mås
autorizados nos hablan con hierótica apostura de lo ur¬
gente de atender esos aspectos. Lo mås desconcertante
era cuando a la educación religiosa intentaban referirse,
sin recapacitar que aun los más desapercibidos tenian que
extranarse hablaran los maestros de una religión, pura
abstracción, sin dogmas, sin sacerdotes, sin cultos, sin tem¬
plos y sin destino.
De todo ello se dedujo lo que era inevitable: la pre¬
ocupacion educadora fué cediendo el paso al afán de ins¬
truir. Formar las inteligencias y nutrirlas de datos para el
aprovechamiento inmediato y tangible fué la ûnica obra
Max-Planck-Institut für
Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte