Senores Académicos:
Bien sé cuánta generosidad y qué extremada benevo¬
lencia han sido necesarias de vuestra parte para llamarme
a compartir vuestras tareas. Por grande que sea mi de¬
seo, nunca estaré en ellas a la altura que el rango de esta
ilustre Corporación requiere. Pero yo confio en que no
se habrá agotado vuestra benignidad con elegirme, y
que tendréis también la paciencia de tolerarme. Si soy po¬
bre de méritos, no lo soy tanto de sentimientos, y el de
la gratitud domina en estos momentos mi alma ante el in¬
merecido honor que de vuestras manos recibo.
El sillón que voy a ocupar lo ocupó un hombre que
està presente en vuestra mente y en vuestro corazón: Ló¬
pez Nunez. Fué victima de uno de esos crimenes absurdos
que dan la medida de la ceguera y de la depravación hu¬
manas. No hay que acudir al ditirambo para caracterizar¬
lo. Era un hombre culto y bueno en toda la extensión y
en toda la profundidad que a estas palabras pueden dar¬
se. Su equilibrio interior, la lucidez de su espiritu, se re¬
flejaron en su estilo de una corrección impecable, y en la
claridad de sus ideas, siempre fecundas para el bien de
sus semejantes. Sea para él el más emocionado de nues¬
tros recuerdos. Cambió, sin duda, una vida afanosa por
un reposo bienaventurado, en el que podemos esperar que
tampoco él nos olvidará.
Gran labor la suya; vida llena, constante, sin inter-
mitencias ni desviaciones, orientada por un ideal de amor
a los hombres. Ciencia y acción se juntaron en él por ad¬
mirable modo y en perfecto equilibrio. Corazón y enten¬
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as Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte