el consejo, cuando no la imposición, de las Internacionales a
que estaba afiliado y el personal ascendiente sobre algunos di¬
rigentes socialistas espanoles de correligionarios de otros
paises, especialmente franceses. Lo cierto es que, como dice
Aunós, a la nota dirigida a los obreros por el Dictador pocas
horas después de serlo, las directivas del Partido Socialista y
de la U. G. T. expresaban sólo «una atenta expectación, en la
que es justo, dice Aunós, reconocer que no habia ribetes de
acritud», aunque si, insistimos de nuevo, una refinada ficción
que disimulaba todo género de reservas mentales y de insanos
propósitos.
Me he permitido recordar, al hablar de la obra de Aunós
como Ministro de Trabajo, que fui, antes que sucesor suyo,
funcionario del Ministerio y, como tal, colaborador de aquel
gran titular de tan discutido Ministerio.
Como tal, y agradeciendo en cuanto valen las repetidas
alusiones a la lealtad con que servimos a quien regia el De¬
partamento con reconocida autoridad, singulares dotes de
mando y extraordinaria efusiva simpatia, he de hacer algunas
consideraciones sobre lo que el mismo Aunós califica en tér¬
minos siempre encomiâsticos de su «instrumento de trabajo».
El nos dice de qué elementos disponia en el Ministerio y
cômo los empleó y trató de perfeccionarlos. En el cometido
de reorganización ministerial que, segûn nos dice, se inspiró
en la concepción fayolista y en el ejemplo belga, tendente a
considerar un servicio del Estado semejante a un servicio de
Empresa privada, habia de tropezar Aunós con la dificultad
de acometer tan arduo intento por si solo, en pugna con há¬
bitos burocráticos muy arraigados que otros Ministerios con¬
servaban al conservar su sistema de recluta y organización
del personal de la Administración del Estado. Sin un acuer¬
do entre todos los Ministerios era casi imposible revolucionar
el sistema administrativo.
Ha de recordarse que algûn tiempo antes de advenir la
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Max-Planck-Institut für
Real Academia de Ciencias Morales y Politicas
tsgeschichte
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