sideraciones criticas, sin otro valor que el hecho poco frecuen¬
te de haber sido honrosamente consultado por Aunós sien¬
do su subordinado en el Ministerio y haberle sustituido en el
cargo de Ministro del mismo Departamento. Por la primera
circunstancia puedo dar fe de la seriedad con que Aunós la¬
boró para implantar la organización corporativa. Podrá decir-
ce de ella cuanto se quiera menos que fuera una improvisa¬
ción. Por la segunda circunstancia, soy el espannol que más fide¬
dignamente puede testimoniar de la tremenda presión ejercida
sobre el Poder Püblico, hasta su más alta encarnación, para
que se derogara inmediatamente lo legislado; presión que
supe y pude resistir, convencido como estaba, y estoy, de que
los defectos de la obra eran subsanables, de que contenia bases.
plausibles de organización de la vida productora espanola y
representaba un paso justiciero en el alivio de males sociales
de mi Pais. Llegué al término de mi gestión sin poder presen¬
tar el proyecto de retoque y ratificación de las normas preesta¬
blecidas por el Poder que estimaba adecuado en vida consti¬
tucional (yo, como Ministro, no juré fidelidad a otra), pero no
entregué a las fieras la carne joven de la tentativa más sana¬
mente revolucionaria de la reforma social en Espana.
Bastárame, para no sacrificar apenas nacida la labor cum¬
bre de Aunós, el hecho de que a ella se debiera, sin duda al¬
guna, a juicio de cualquier observador de realidades, el hecho
de haber liberado de su envilecimiento a los salarios y jorna¬
les de los trabajadores de Espana, tan hábiles, ingeniosos y
eficaces como puedan serlo los de las Naciones donde estén
mejor retribuidos y considerados.
En este sentido es de resaltar que Aunós, percibiendo bien
cual fué el resultado más claro y beneficioso de la reforma por
el implantada, dedique un apartado especial de su discurso, el
ultimo, a inquirir en las estadisticas de movimiento de sala¬
rios y jornales, comprobando que, sin llegar, ni mucho me¬
nos, a perturbar el desenvolvimiento económico de Espana,
notoriamente en auge en aquella época, la escala ascendente
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Max-Planck-Institut für
Real Academia de Ciencias Morales y Politicas