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Carmelo Vinas y Mey
base de la utopia fichteana, que se nutre a su vez de las dos direcciones
prevalecientes en su doctrina: la religiosidad romantica, y la tendencia
heraclitana de su pensamiento, la fruición del origen, el esfuerzo por re
montarse a la fuente y seguir el curso de su fluir.
En la visión fichteana, lo primitivo y lo originario se identifican
con el modelo divino en el ser del pueblo y de la humanidad. Es una
concepción que brota de las bases mâs profundas de su doctrina. Como
escribe Messer, la mirada en las raices y estructura de la conciencia ha
de proporcionar al propio tiempo la visión de las profundidades del
ser. Por eso el yo de Fichte no puede ser el yo individual, sino que ha
de corresponder mas bien al espiritu divino creador del mundo. De esta
manera, Fichte transforma el idealismo critico de Kant en un espiri¬
tualismo metafisico de marcado carâcter religioso (17)
La meta de la humanidad es Ilegar a la imagen de su eterno arque
tipo en la razón. Las altas cimas de la eternidad, «el más que el infiniton.
estan en el origen. El filósofo contempla el tiempo, la eternidad, el infi¬
nito en su origen, que induce de las manifestaciones de ese Uno impo¬
sible de aprehender con toda su perfección.
La marcha de la humanidad es un avance ascensional a través de las
cinco edades conceptuales a que antes aludiamos, hasta arribar a la ulti¬
ma, que es cuspide y coronamiento: «el estado de la acabada justifica
ción y salvación», en que la humanidad, con mano segura e infalible se
edifica a si misma, hasta ser reflejo exacto de la razón.
El camino entero que, a través de ellas, hace la humanidad aqui
abajo «no es mas que un regresar al punto en que se hallaba desde un
principio, ni pretende ser mâs que el retorno a su origen».
Este camino y ese rehacerse en vista y en busca del origen, del mo-
delo ha de recorrerlo y efectuarlo la humanidad por su propio esfuerzo
y por sus propias fuerzas. Debe hacerse nuevamente por si misma. Sigue
el tiempo su marcha firme, la que le estâ destinada desde la eternidad,
y no se deja sobrepasar ni forzar mucho en ella por las fuerzas indivi
duales, incluso si se trata de los individuos sumos que son los filóso
fos (18). Sólo la marcha de los tiempos y de los mundos puede ha¬
cerle progresar. Nadie está más lejos que el filósofo de la vana ilusión
de que mediante sus esfuerzos va la edad a progresar muy notablemente.
Trâtase, en suma, de un renacimiento de la humanidad en virtud de
un proceso de autorrenovación, de autoedificación. La humanidad debe
ritualis, Stuttgart, 1924; y F. Russo: Bibliografia gioaccinita, Florencia,
1954. La doctrina fichteana es, hasta cierto punto, una modalidad más de
estas corrientes.
(17) De Kant a Hegel, trad. esp., Madrid, 1927, p. 130.
(18) Por eso rechaza la critica individual. Un defecto que alcanza a
la especie entera no es objeto adecuado de la burla de un individuo que
pertenece a esta especie y que, comoquiera que se coloque, habrá tenido
que pasar por este defecto.
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