prendo que también vosotros habéis de percibirla y pensar "lo que
va de ayer a hoy". Y con mayor motivo porque son tres ayeres que
tienen su merecido puesto en la Historia, ante los umbrales de la
cual ha de detenerse este hoy y conformarse con mirarla como una
tierra de promisión a la que no ha de tener acceso.
El primero de los insignes varones que me han precedido fué
don Laureano Figuerola, profesor de Economia y Ministro de Ha-
cienda que, con el tacto y la mesura del gobernante inteligente,
aplicó las doctrinas dominantes en su tiempo y por él profesadas,
a la reforma de dos importantes instituciones económicas: la aran¬
celaria y la monetaria. La primera subsistió mientras no la borra-
ron de la legislación las nuevas ideas imperantes en la politica co
mercial; la segunda dió vida legal al sistema monetario que toda¬
via estâ vigente, aunque ya sólo de modo nominal, porque las cir¬
cunstancias han experimentado profunda variación desde entonces.
Le sucedió don José Maria Piernas y Hurtado, también econo¬
mista y catedrâtico, que adoctrinó a numerosas generaciones de
estudiantes desplegando ante ellos, con sus obras de copiosa eru
dición, el ya entonces vasto panorama de la ciencia.
Y mi inmediato predecesor ha sido una de las más destacadas
personalidades de la politica espanola durante medio siglo, don
Alvaro de Figueroa y Torres, Conde de Romanones. Si fuera cos-
tumbre designar con un epiteto, como a los reyes, a los hombres
que, en la vida publica, se elevan hasta la cumbre, el Conde de
Romanones podria figurar en la Historia con el sobrenombre de
El Politico. Para serlo, como observa un biógrafo, "poseia todas
las condiciones precisas: saber, ingenio, habilidad, perspicacia, gol¬
pe de vista, intrepidez, energia y riqueza, que proporcionan los
triunfos asi en la paz como en la guerra". A esas condiciones se ha
de agregar, advierto yo, la vocación y el deseo de mando. Y él
sentia esos dos acicates. "Unos hombres —decia ya en un libro de
juventud— nacen para obedecer y no dejarán de hacerlo por en-
cumbrada que sea su posición... Otros nacen para mandar, y esos
mandan, cualquiera que sea el circulo donde se muevan". El
mismo trazó su propia semblanza cuando, en su discurso de re-
cepción en esta Academia, sennalaba su "carâcter de politico mili¬
tante y, por ende, hombre obligado a consagrar la mayor parte de
su tiempo a la acción" y se referia a las "luchas anejas a la poli¬
Max-Planck-Institut für
Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte