Senores cadémicos:
o existe, ya lo sabéis, una alegria ni una tristeza
tan absolutas que no entremezclen en sus esencias
gotas de acibar en el gozo o esperanzas tejidas de pun
tas de desilusión o retazadas con agridulces emociones.
Nos hemos juntado hoy aqui para conmemorar un acon
tecimiento jubiloso: el de ver sentado entre nosotros, co
mo fiel companero dispuesto a compartir nuestras tareas,
a un hombre de Espana que por condiciones de brillan¬
tez, austeridad y cordial entendimiento con todos nos¬
otros, harà mas grata nuestra asistencia y más fecunda
nuestra labor dentro de esta Casa. Pues bien: con ser tan
feliz para nosotros esta jornada, la vemos nublada por el
recuerdo de otro hombre magnifico que se sentó en ese
mismo sillón, que ostentó la misma medalla nûm. 32 y
que se marchó del mundo, dejando en todos los que le co¬
nocimos la ansiedad de una obra comenzada con aliento
imponderable, a la que, desazones y combates, imposibili¬
taron su total perfeccionamiento.
Para el que estas palabras os dirige, el contraste es
aun mucho mayor. Y ello porque, por raro designio del
azar, fui también yo quien hace dos anos tuve el encar
go honroso de contestar al Conde de Guadalhorce su her-
moso discurso de ingreso en nuestras filas. Hay unos hi¬
los invisibles del destino que nos atan a realidades sor¬
prendentes. Heme aqui yo, hombre de la Dictadura, inol
vidable¬
de esa mal Ilamada Dictadura, como habéis
Max-Planck-Institut für
Morales y Politicas
päische R
tsgeschichte