datos conocidos o supuestos. Y asi, la ciencia económica fué en¬
cerrandose en una torre de marfil; haciéndose un estudio refi-
nado, y, por lo mismo, asequible sólo a un reducido grupo de
especialistas. Los hombres de negocios y aun los politicos, ajenos
a esta evolución, siguieron creyendo que la economia era la mis¬
ma que habian expuesto los clásicos, y continuaron con las viejas
impugnaciones: teoria y prâctica, principios y aplicación.
Pero en los ultimos anos, cada vez en mayor medida, los eco¬
nomistas han salido de su torre de marfil y han pedido plaza
y asiento en el ágora de las discusiones pûblicas. Y precisamente
ese derecho pretenden ejercitarlo los herederos de la gloriosa
escuela austriaca, los discipulos de Wicksell y los grandes teó-
ricos ingleses que, a través de Marshall, recogieron el saber de
los padres de la Economia, que se llamaron Smith y Ricardo,
Malthus y Stuart Mill. En este preciso instante vuelve a fulmi¬
narse el anatema: teoria y prâctica, principios y aplicación. Pero
al salir de su torre de marfil a la palestra pûblica, los economis
tas han irrumpido armados de nuevas armas y provistos de
inusitados instrumentos con los que pretenden explicar las cau-
sas que determinan la vida económica. Con este formidable apa¬
rato no quieren ser profetas de ninguna fe, ni defensores de
ningun credo, como sus abuelos los clásicos; su pretensión es
mas humilde y sencilla. Los modernos economistas se han decla¬
rado simples técnicos del instrumentalismo económico. Han afir-
mado que la definición de los ideales que las naciones quieran
o deban proponerse corresponde a los mismos pueblos y a los
jefes que han tomado ante Dios la responsabilidad de conducir¬
los a una meta. Pretenden sólo ofrecer a los jefes y a los pueblos
el instrumento que pueda ayudarles en la angustiosa y cotidiana
tarea de adaptar los escasos recursos a las crecientes necesida¬
des. Han renunciado voluntariamente, en cuanto economistas,
a la sublime misión de definir los ideales; han preferido elegir
la modesta y limitada función de analizar las medidas mediante
las cuales aquellos ideales que otros les marcan puedan alcan¬
zarse. Su ciencia, que no es la Economia politica, sino la Teoria
económica.
Sin embargo, esta humildad implica una recia afirmación de
personalidad de la propia ciencia; la aseveración de que hay un
campo, todo lo estrechamente acotado que se quiera, propio y
exclusivo de la Economia y de los economistas. Y por ello han
Max-Planck-Institut für
prales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte