La argumentación hasta ahora desarrollada viene a resolver
definitivamente una polémica que en páginas anteriores entablé
conmigo mismo, acerca del significado que los economistas da
mos a la palabra coordinación. Ha quedado bien claro que cuan¬
do hablamos de coordinación no podemos referirnos a otra cosa
que a la coordinación técnica. El otro tipo, la coordinación eje¬
cutiva o politica, ni la tratamos, ni podemos formular un juicio
sobre ella. Conscientes de nuestra propia responsabilidad, sabe¬
mos que, a pesar de poner en su solución todo nuestro cuidado
y conocimientos, tenemos muchas probabilidades de errar; co¬
nocemos, de otra parte, nuestra propia limitación, y seria insen¬
sato arriesgar nuestra reputación metiéndonos a dictaminar en
materia que no nos corresponde, y que de habernos atraide
habriamos intentado cultivar.
Por esta razón, perdonadme que con insistencia machacona
esté subrayando las diferencias entre la función del politico y
la función del economista. Pero existe, además, otra poderosa
razón que me obliga a la insistencia. Razón que radica en el
hecho de la evolución de la ciencia económica, que ha condu¬
cido a la precisa definición de su contenido y de los limites de
su acción.
Cuando Carlos Marx pronunció, a mediados del pasado siglo,
su condena de la ciencia económica, era ésta extraordinaria
mente popular, y la razón de ello hemos de encontrarla en que
quien leia a Smith, Mill o J. B. Say inmediatamente descubria
el nexo entre lo abstracto y lo concreto, entre la teoria y la rea¬
lidad; veia defendido o atacado un sistema que defendian o
atacaban otros hombres. Por eso, entonces, la ciencia económica
era popular, aunque apenas fuese ciencia.
Pero después la ciencia económica fué transformándose y ha¬
ciéndose cada vez más impopular; esto es más ciencia. Gossen,
Walras, Jevons, Menger, no eran accesibles al vulgo. Por lo mis¬
mo transformaron la economia en una ciencia abstracta, que
elaboraba postulados sutiles y teoremas de validez aparentemente
limitada a un mundo ideal. La «lûgubre ciencia de la Economia»,
que dijo Carlyle, se habia hecho incomprensible al pueblo. No
hablaba ya de libre cambio y proteccionismo, de individualismo
y colectivismo, de hombres egoistas y de hombres filántropos.
Hablaba de abstractas hipôtesis: libre competencia, monopolio,
curvas de indiferencia, de oferta y demanda, ecuaciones con
Max-Planck-Institut für
Real
orales y Politicas
päische Rechtsgeschichte