30 -
cada paso de testigo ó instigador en uniones
simples, de seres destinados á perecer.
Lo que Dios puede haber dicho, estableciendo la
ley de las afecciones, es: creced y multiplicaos, de¬
jando que la inteligencia de cada uno de los gru¬
pos entónces en formación la reglamentasen á su
modo, celebrasen las uniones segün sus inclina-
ciones y cumpliesen con esas palabras, que son
ley suprema y que se observarán por los siglos de
los siglos, miéntras queden en la tierra ejempla-
res de la especie animada.
Suponer que el Dios de lo creado, bajaba de las
alturas que ocupa, para hablar á los mortales, es
algo que pertenece á los dominios de lo imposible
y de lo inaceptable.
"No creo, nûnca he creido, jamás creeré que el
verdadero Dios, aquel que hasta nueva órden
segün la opinión de los más grandes génios, creó
el mundo, el infinito, aquél que ha hecho que la
tierra gire, que el sol y la luna iluminen, que el
ave vuele, nûnça creeré que este Dios, haya ha¬
blado á Adan, á Noë, á Abraham, á Isaac y à Jacob,
como lo narra la Biblia y sobre todo para decirles
lo que les dijo".
Dios tampoco nûnca pensó en darle al matri-
monio ese carácter de indisolubilidad que lo des-
naturaliza, y una prueba de ello es que la Sagrada
Escritura cita numerosos casos en que los esposos
se repudian y en que, hasta el adulterio más defi¬
nido se acepta sin sonar en nada santo.
Un ejemplo de lo dicho lo tenemos en Santa