Full text: Tahiér, Leopoldo: ¬El divorcio

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aes el abuso convirtié en jugnete esa ley, y hacia 
fnes de la republica, se hizo tan general, que un 
cimple capricho, un eclipse momentäneo de la 
sazén, eran causas suficientes para destruir una 
aniôn, en que probablemente el carino poca 6 
ninguna participaciön habia tenido. 
Los poderosos de Roma fueron los primeros en 
hacer arder la tea del escándalo; asi Syla, César, 
Pompeyo, Cicerón, Augusto y Marco Antonio, se 
separaron de sus esposas alegando razones fûtiles. 
El ejemplo cundió rápido en la clase baja de la 
sociedad, y fué recién entónces que los llamados 
al trono dieron severas disposiciones para contener 
el desborde de ese torrente que amenazaba des- 
truirlo todo. Se dictaron leyes imperiales contra 
el esposo que solicitase el divorcio sin tener moti- 
vos razonables para ello, y los efectos benéficos de 
esas disposiciones empezaron á dar sus frutos. Poco 
tiempo después, las costumbres sociales se purifi- 
caron, por asi decirlo, y la sábia ley del divorcio 
fué entónces lo que hoy; una ley que ampara y 
absuelve al inocente, amenaza y castiga al cul- 
pable. 
Mucho contribuyó también á robustecer el abuso 
que se hacia del divorcio, la diferencia que las leyes 
primitivas de Roma establecian entre el hombre 
y la mujer. Consideraban al hombre, por el solo 
necho de haber nacido hombre, como un sér supe¬ 
Tior, de cuya voluntad absoluta dependia la vida 
de la esposa y de sus hijos, en tanto que la mujer 
era considerada como una cosa, como algo viviente,
	        
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