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Conservar la sociedad, asegurar los derechos de
todos los individuos, garantir sus propios intereses,
hé aqui el alto y noble fin del castigo.
En efecto; la sociedad no solamente es un derecho
del hombre, sinó que tambien es al mismo tiempo
uno de sus más importantes deberes; porque ella
es un medio indispensable para desenvolver todas
sus facultades, para desarrollar la inteligencia, la
libertad y sensibilidad, y hacer buen uso de ellas.
Pero es menester que ella no se considere ünica¬
mente como un grupo de individuos estacionados en
territorio determinado, sinó que existan en su seno,
leyes que la dirijan y un poder que la conserve.
Por consiguiente entonces, si es para el hombre
la sociedad un deber, debe serlo tambien con sobra-
disima razon el órden, porque es de todo punto nece
sario para el mantenimiento y bien estar social.
Ahora bien; el que perturba el órden, infringe una
ley de la sociabilidad y es por lo tanto culpable y
como tal merece justo castigo.
Es indudable que el hombre como ser esencial¬
mente libre, puede trastornar el órden con sus crime-
nes, puede herir los derechos é intereses de otros,
abusando de esa misma libertad que tiene, dejándose
llevar de las pasiones, de los malos instintos, de
esas ambiciones, ruines, mezquinas que à cada paso
lo arrastran al precipicio.
Como es indudable tambien la suma necesidad del
castigo por la autoridad, para refrenar las brutales
tendencias del hombre, sus caprichos, sus inclinacio