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de honor, se encuentra una dotada de muchos encantos y
gran ambicion, Ana Bolena. Enamorado, Enrique de ella,
pretende obtener del papa Clemente 7° una declaracion de
nulidad de su primer matrimonio. Es inutil, el pontifice le
responde, recordándole la indisolubilidad del vinculo conju¬
gal. El principe le amenaza separarse de la Iglesia con to¬
dos sus éstados ; pero el papa, fiel à la ley, antes de permitir
el divorcio, sacrifica uno de los mas catélicos reinos de la
Iglesia Romana.
Ana Bolena fué reina ; el obispo Juan Ficher y el canci
Her Tomas Moro, protestan contra este escándalo, rodando
sus cabezas en aras de la justicia. En pocos anos seis muje;
res suben y bajan-de su lécho nupcial ; y sucesivamente
ofrece el espectâculo de dos divorcios y de dos asesinatos
politicos de dos esposos.
Sola é impertubable la Iglesia, en medio del torrente des¬
vastador de la sensualidad, proclama la unidad é indisolu
bilidad del matrimonio catélico, condenando las doctrinas
permiciosas que la Reforma trataba de introducir en la so¬
ciedad.
El ultimo ejemplo digno de mencionarse que nos pre¬
senta la historia moderna, y en el que resalta una vez mas
la firmeza del sumo pontificé, defendiendo los principios
verdaderos del matrimonio, es el de Napoleon I.
El célebre conquistador del mundo, despues de repudiar
à su esposa legitima Josefina, contrae un nuevo vinculo con
la archiduquesa de Austria Maria Luisa. Pero en vano pre¬