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ducir la destruccion de un centro sin cuya intervéncion
hubiera cumplido dignamente su mision. Asi es como
encontramos consundidos en las grandes asociaciones los
elementos corruptores con los buenos.
El crédito, la consianza, la buena fé, hemos indicado
que son esenciales para celebrar las operaciones en la
Bolsa: son elementos indispensables, y con su ayuda, las
transacciones se cumplen y multiplican. Pero no todos
los comerciantes que se entregan à las negociaciones de
Bolsa disfrutan de ellos, y entónces les vemos dedicarse à
fraguar contratos inmorales, ventas ficticias, capitales
quiméricos y producir, por consiguiente, todos los males
resultantes de convenciones vergonzosas. Cuando este
gérmen pernicioso se introduce, vemos à los centros co¬
merciales resentirse, debilitarse, y à los comerciantes
honrados retirarse, dejando el campo donde procedian
con rectitud y honradez, abandonado en manos de aque
Ilos que sin delicadeza, buena fé y fortuna, se entregan
desentrenados al juego. Cuando esto sucede, las Bolsas
de Comercio pierden su verdadero caråcter; entónces ve¬
mos sus desectos y la necesidad de la ley que corte el
abuso, que impida el vicio y que se restablezcan las ga¬
rantias para los contratantes. Este es el lado malo, y
cuando esto sucede, vemos à los mismos miembros del
Establecimiento levantarse tomando medidas para que
esos abusos no puedan «desprestigiar una institucion que,
por otra parte, es el auxilio más poderoso del comercio
sério, de las operaciones sinceras. Pero, en odio al abuso
no se podria proscribir el uso, como en odio al delito
de imprenta no podria condenarse la libertad de la
prensa». (1)
(1) Obarrio, pág. 381.