200
cio, porque los que contratan con la entidad juridica saben
cuales son las garantias con que pueden contar.
El interés de las mismas sociedades hará, pues, que ese
minimun sea suficiente para inspirar confianza en la serie¬
dad de la empresa y favorecer el éxito de las operaciones.
No sirve aducir en contra el ejemplo de los Equitables
pionniers de Rochdale, que empezaron haciendo cotizacio¬
nes de dos peniques por semana, como lo hace Deloison
(1), porque si bien es cierto que realmente empezaron asi.
no lo es menos que la sociedad no funcionó como tal sino
despues de reunir 28 libras esterlinas (140 § m/n) importe
de 28 acciones à una libra cada uno, de los primeros 28
socios. Casi un ano pasó desempenando el papel de una
caja de ahorro àntes de hacer su aparicion al publico, en el
modesto almacen de Toad lane (2).
El argumento es, pues, absolutamente falso, de la mis¬
ma manera que el de la sociedad de Leeds, que se dice
empezô sin capital y es hoy una de las más prósperas
sociedades de produccion de Inglaterra.
Es cierto que los socios no aportaron capital alguno.
pero era sencillamente porque un capitalista benévolo les
facilitô en calidad de préstamo una pequena suma çon que
consiguieron emprender la fabricacion. Si esto se llama
ompezar sin capital, dificilmente sabriamos cuando se pue¬
de décir que se ha dispuesto de aquel indispensable ele¬
mento de trabajo.
Lo mâs curioso es que M. Deloison no ignoraba el he¬
cho del empréstito, puesto que lo recuerda para probar
que realmente los herreros de Leeds empezaron sin ca¬
pital!
1
La sociedad cooperativa no existe bajo una razon social:
so distingue por una denominacion particular, tomada del
(1) Tralté des socletés commorciales, Tomo 11, No 535, iu fine.
(2) Véase el capstulo 10.