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E. GARCIA MÉROU
cer responsable de muchos errores á la divinidad,
la ley tiene su esfera de acción marcada, y no estan
por cierto dentro de esa esfera los deberes pura¬
mente morales.
Llámesele como se quiera, pero no se denomine
libertad, esa facultad extrafa que deja al padre, de
conformarse al mandato de la ley, si sus deseos
coinciden con ella y. . .. de conformarse también,
aunque sean contrarios.
Se comprende que cuando la voluntad del propié
tario no está expresada, la ley la interprete en el sen¬
tido de sus afecciones; pero lo que no se compren¬
de es que, estando auténticamente expresada la
voluntad del que dispone, la ley la anule en nom¬
bre de su voluntad presunta.
Tal procedimiento importa la creación de un hom¬
bre abstracto, especie de maniqui movido por el
legislador, y por el cual todos los demás hombres
deben modelarse, cualesquiera que sean sus dife¬
rencias individuales.
« Es curioso con su reserva el código civil !
esclama Dunoyer.—Queréis reservar à mis hijos
una parte de mis bienes. Yo les reservo todo, pero
quiero que lo tengan de mi, no de vosotros. Atribu¬
véndoles la parte mayor de antemano, asociándolos
en cierto modo á mi propiedad, sobre la cual no tie¬
nen derecho alguno, corréis el riesgo de alterar
sus sentimientos y los mios, debilitáis mi poder y
nos causáis perjuicios á todos. Seguramente que
no reclamaré un derecho injusto para los padres;