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Pero no emprenderemos este trabajo de comparacion, porque aunque su im
portancia es evidente, con él nos separaríamos muy pronto del objeto que de
seamos y mas conviene dar á esta parte de nuestro trabajo, de referencia esclusi
va á los libros Alfonsíes del saber de astronomía. Sin embargo, al abandonar
ó dejar á un lado los estudios comparativos anteriormente indicados, y como
preámbulo al estudio bibliográfico del segundo códice Alfonsí que existe, nos
parece oportuno resolver las dos cuestiones siguientes: 1.“ ^Habrá sido cierta
la existencia del astrónomo D. Alfonso X de Castilla? 2.“^Lo habrá sido la de
la escuela astronómica Toledana del siglo XIII y la de sus códices, presidida
aquella y arreglados estos por el citado Rey? Estas dos cuestiones al primer
golpe de vista parecen fáciles de resolver en el sentido afirmativo; pero no lo
son tanto cuando se comparan entre sí los retratos literarios y científicos que
nos dejaron trazados del Rey D. Alfonso, considerado como astrónomo, el
Infante D. Juan Manuel, casi su contemporáneo; unos dos siglos despues el
P. Fr. Gerónimo de la Higuera; y en las centurias XVI, XVII y XVIII, y
aun en la actual, el P. Mariana, D. Nicolás Antonio, Castro, Lampillas, el abate
Andrés y otros, en sus historias generales y particulares de las letras y cien
cias castellanas de la edad media.
Estos retratos de D. Alfonso considerado como astrónomo, son en
general copias los unos de los otros; pero en alguno de ellos se notan
contradicciones tan estraordinarias, que leyéndolas sin haber consultado
detenidamente los códices Alfonsíes, se tienen motivos para dudar si aquel
astrónomo existió, ó si en su lugar deben las ciencias considerarle y rele
garle entre la multitud de astrólogos judiciarios, cuyos conocimientos la his
toria científica verdadera los contempla como una de las aberraciones mas
inconcebibles que ha presentado la inteligencia humana en el trascurso de
los siglos.
Nuevas dudas sobre la existencia bien probada y cierta del astrónomo Don
Alfonso el Sábio asaltan al que compara lo que de su ciencia se ha escrito, bos
quejando favorablemente el valor de su inteligencia, con los bocetos y retra
tos que se encuentran y leen en las crónicas italianas del emperador Fede
rico II, de la casa de Suabia, del Pontífice Urbano IV, del Rey Manfredo de
Sicilia, y en las crónicas generales de la edad media, de los emperadores de
Persia Holagu y Ulugh-Beg.
Es de tal manera semejante lo que de todos aquellos príncipes, casi con
temporáneos de D. Alfonso, se lee en la historia con relacion á su amor
por las ciencias astronómicas; son tan idénticas las palabras y períodos con
los cuales se señala el camino, que se dice siguieron todos aquellos Césa
res para que renaciesen y progresasen los conocimientos matemáticos en sus
respectivos paises; obtuvieron del estudio resultados y fines políticos desgra
ciados tan iguales, atribuyéndose su desgracia á las ciencias astronómicas; se
levantaron contra la generalidad de aquellos príncipes, enemistades tan se-