ESTUDIOS SOBRE
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rosos y fecundos que las vistieran de rico follaje y de sabroso fruto.
El movimiento intelectual, iniciado por la Iglesia, depositaria
de la sabiduria antigua, secundado y desenvuelto por las célebres
universidades de Paris, Salamanca, Bolonia, Oxford, Nápoles,
Coimbra, Praga, etc., y por la clase de los legistas, especie de
aristocracia de la plebe, que se convirtió en auxiliar del poder
absoluto para mejor suplantar à los magnates de raza en los pri¬
meros puestos del Estado, y en los Consejos de los reyes, pero gen¬
te inquieta, descontentadiza y exigente que, cultivando el estudio
de la justicia, preparó los ánimos para el conocimiento de los de¬
rechos del hombre, llegó á su apogeo y madurez con Bacon, Des¬
cartes, Leibnitz, Kant y tantos otros cuyos nombres no hay para
qué recordar, pero que forman esa pléyade de hombres de genio,
que en los siglos XVI, XVII y XVIII asombraron al mundo, y à cu¬
vos titánicos esfuerzos se debe el triunfo de la libertad en todas
las esferas de la vida.
Sólo que por una reaccion muy natural, y que parece ley pro¬
videncial de la historia, el individuo se enalteció hasta el punte
de querer construir su réria morada sobre los escombros de todo
lo demas. Por esto en el órden religioso, el protestantismo, rene¬
gando de la autoridad de la Iglesia y proclamando que el crite¬
rio individual es infalible en la interpretacion de las Santas Es¬
crituras, ha concluido por diseminarse en una multitud de sectas
sin prestigio, sin grandeza ni unidad; en el órden politico, la idea
liberal, pujante y majestuosa en su aparicion, se debilitó más tar¬
de dividiendo à sus partidarios en grandes agrupaciones, para
perderse despues en fracciones microscópicas que se dispersan,
como el polvo, al viento de las pasiones, y que carecen de fuerza
para resistir las aspiraciones ilegitimas de las muchedumbres; y
en el órden cientifico ó meramente especulativo, una filosofia au¬
daz, que dudando de todo ménos del yo que duda, y aspirando à
construir la ciencia y la realidad sobre un principio unico, no de¬
mostrable por otro alguno, ha llegado en su soberbia impia hasta
à pretender arrebatar à Dios su cetro y su corona para sentar so¬
bre su trono à ese satánico yo.
Será licito esperar que tras tantas convulsiones y tan amargos
Max-Planck-Institut für
rales y Politicas
Real
europäische Rechtsgeschichte