DEL ILMO. SR. D. ADOLFO BONILLA Y SAN MARTIN
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men, que comprende los anos de 1862 a 1879 (1.024 páginas
en 4.°). Anticipo de esta ultima obra fué la conferencia que
en 1906 dió el Sr. Pons, acerca de Romero Robledo, donde
enaltece la constante nota de buen espanol, la generosidad
natural de sentimientos y el batallador carácter de aquel po¬
litico, que fué «un temperamento revolucionario y una doc¬
trina conservadora».
En 1915, la Real Academia de Jurisprudencia y Legisla-
ción tuvo el buen acuerdo de elegir Secretario general al se¬
nor Pons, y su labor en tal concepto hace época en la dila
tada y gloriosa historia de aquella Corporación. Cinco exten¬
sos Resûmenes criticos de cursos, seis Memorias referentes al
Instituto Diplomåtico y Consular y tres Discursos o diserta¬
ciones (extra-académicas las dos ultimas): El Salón de Confe¬
rencias (1916), La crisis de la Moral en nuestro régimen poli¬
tico (1916) y Las propagandas Regionalista y Maurista (1917).
Puede decirse que aquellos «Resûmenes criticos» han creado
un «género»; desde luego, todos ellos contienen mucho mås
de lo que puede esperarse de su titulo, porque no son mera
exposición de ajenas ideas, ni solamente razonada critica de
éstas, sino obras en mucha parte originales y profundas, don¬
de las referencias a los sucesos de actualidad social o politica
se enlazan con muy atinadas consideraciones sobre los mâs
graves problemas. Y, en cuanto a los Discursos, pareceriame
injusto no Ilamar especialmente vuestra atención respecto al
ingeniosisimo estudio que lleva por titulo: El Salón de Con¬
ferencias, en el que el Sr. Pons advierte que viene a ser ese
Salón el simbolo del régimen entero, «donde, por maravilla,
hablan los mudos, y sin hablar se entienden». «Salón de Con-
ferencias — dice — es la politica en Espana: Diputados mu¬
dos, Senadores mudos, representación del silencio de los más
y de la conveniencia de los menos, son, a su manera, orado¬
res elocuentes, porque callan palabras y dicen egoismos... El
pais, entretanto, mâs parece tumba que pais; con idéntica
oportunidad que al escribirlas Figaro, podemos repetirle hoy
estas frases desoladoras: «Por nuestra patria, efectivamente.
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