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DEL SR. D. MELCHOR SALVA
cesidad y de la prudencia, y que es preciso dar alas à la
producción, después de contraidos, para que sean reem¬
bolsados los acreedores en breve tiempo, 6 siquiera pagar
sin embarazo y sin ahogo los intereses.
VII.
Hemos terminado la ardua tarea que nos habiamos
impuesto: çon mejores deseos que fortuna y capacidad,
hemos recorrido los puntos de vista mâs notables que la
ciencia econômica nos ofrece, y que juzgamos se préstan
à hacer patentes las relaciones que es dable senialar en
la misma con la literatura; y hemos procurado poner de
manifiesto en qué feliz consorcio, muchas veces, la una
y la otra expresan y definen, caracterizan y dan vivo co¬
lor y luz y resplandores à las ideas à que nuestro siglo
concede tanta y no inmerecida importancia. Quiza algu¬
no nos tache de harto fäciles en otorgar prioridad à la
postrera de esas hijas del espiritu humano en los germe¬
nes y primeras lineas fundamentales de las teorias que
ha profundizado la primera; quiza no falte quien imagine
que sin necesidad, sin precedentes y por ligereza nos he¬
mos atrevido à exigir como titulo y requisito de inesti¬
mable valor á los principios econômicos para que lleguen
à ser por el mayor nûmero proclamados y enaltecidos, el
concurso y aplauso de poetas y flösofos. No tenemos la
pretension de que se lleve à cabo y se formule una por
todo extremo vasta y dificil sintesis de las ciencias mo¬
rales y politicas; confesamos con llaneza que à vernos
sorprendidos y confusos por aquellas objeciones, nos aco¬
geriamos al ejemplo de los escritores clésicos, griegos y
latinos, que con tanto interés y tanto arte aciertan à ex¬
tender los limites de su asunto, y à exornar su obra con
narraciones y recuerdos que excitan la atencion; y asi
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leal Academia de Ciencias Morales y Politicas
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