DEL EXCMO. SR. D. LUIS REDONET Y LÖPEZ DÖRIGA
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tam et meridiem effuit: cap. XI). Las faonas eran siempre ho¬
nestas y acomodadas à las fuerzas de cada cual, y los con
versos porteaban y partian la lena necesaria en su celda;
pero los jóvenes y robustos, previa licencia, conducian y
préparaban la de los ancianos y débiles, y todos se ayuda¬
ban mutuamente, considerándose dichosos con ello y siendo
castigado sin comer y sin vino, el hermano que no quisiere
trabajar con los conversos y donados (De consuetudinibus.....
Con el trabajo, se simultaneaba la oración en forma de ja¬
culatorias; y en cuanto al espiritu con que se debia laborar,
es concluyentemente expresivo el precepto de que las ocu¬
paciones no fuesen muchas y diversas, para que no acarrea
sen inquietud y para que el ánimo no se distrajese en dema¬
sia, toda vez que el monje no fué al convento á aprender
artes mecânicas, y que no tiene otro designio el trabajo ma
nual, que el de honrar à Dios, ni valen nada por si solas las
faenas corporales (cap. x).
Y con esto Ilego, aunque ya con grandes agobios de es¬
pacio, al mâs interesante de cuantos brotes tuvo en todos sus
aspectos la Orden benedictina, y de un modo muy especial,
en el que constituye el tema de mi estudio. En el siglo XI (ano
1098), porque gran parte de los monjes del monasterio de
Molismo, violaba la santa regla benedictina, San Roberto.
con veinte hermanos, le abandonó y se internó en el Cister,
una selva asi Ilamada por sus muchas cisternas naturales,
vasta soledad, sitio horrendo, en el que estos primeros mon¬
jes, comiendo hierbas de la tierra y vistiéndose con el tejido
de las hojas, trabajaron con sus propias manos, cortando las
ramas de los árboles y construyendo con ellas, casas y col¬
das para descansar y un oratorio para rezar (Manrique: Ana¬
les cistercienses) (105). No tuvieron muchos imitadores, ni
San Roberto, que hubo de volver a Molismo insistentemente
Ilamado por sus monjes, ni el sucesor Alberico, segundo
abad del Cister, que hizo reglamentos reintegrando la obser¬
vancia santa y severa de la regla de San Benito tal como la
entendieron y practicaron los primeros monjes benedictinos.
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