208 DISCURSO DE D. ADOLFO BONILLA Y SAN MARTIN
Yo atribuyo à la conciencia de un régimen de ficción ese
fenómeno, que ahora comienza à ser estudiado por los pen¬
sadores, de la tristeza contemporanea, manifiesto, no ya en
los partidarios de una filosofia pesimista, no sólo en los des¬
ahogos más ó menos nerviosos de Renan ó de Brunetière,
sino en las obras de indole artistica, y, sobre todo, en la mâs
social de todas ellas: la novela. No me refiero á un Dos¬
toiewski ó á un Tolstoi, en quienes la influencia del medio
podria explicar el carâcter; ni siquiera à un Zola, cuyo pro¬
grama naturalista pudiera servir de atenuante. Aludo å la
generalidad de los novelistas contemporáneos, entrando en
cuenta los de la nueva generación espanola. Se observa la
vida, se estudia la escena con escrupulosidad anatómica; y,
como se descubre la ficción, la tristeza del desencanto en¬
vuelve, cual tenue y dramático sudario, la obrâ entera. Per-
dida la fe en los hombres que no supieron acrecentar, ni si¬
quiera conservar, nuestro poderio; desconfiando de formas
juridicas que no nos libertaron de la servidumbre, qué otra
impresión ha de recibir el ánimo sino la seca y amarga del
desengano?
Y parece, on vista de ello, que inconscientemente se
vuelve la atención hacia la fuente de la energia, hacia el ser,
hacia el individuo. La novela de aventuras vuelve á resuci-
tar: Sherlock Holmes y Raffles ocupan el viejo lugar de Los
tres mosqueteros; el pragmatismo sustituye al idealismo, y
Ellick Morn (1), se cree en el caso de escribir un catecismo
de la actividad, exhortándonos á la confianza en nuestras
propias fuerzas, y anadiendo estas significativas palabras:
«El malestar contemporáneo nace de la ilusión de creernos
despiertos, cuando en realidad no somos sino criaturas ador¬
mecidas, que esperan la llegada de algun poderoso Principe
encantador del pensamiento ó de la fe, que venga á desper¬
tarnos».
(1) Réveille-toi et combats. Paris, Nilsson; pág. 5.
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