DEL DR. D. EDUARDO SANZ Y ESCARTIN
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el sello de la dureza de corazón, desprovistos de esa fa-
cultad de representarse vivamente los ajenos dolores y
alegrias y de sufrir ó gozar en ellos; personas que sólo
poséen el conocimiento meramente externo de las co-
sas, no el sentimiento de esa relación intima y pro-
funda que se Ilama solidaridad. A esta clase, mucho
mas peligrosa que la anterior, pertenecen los que viven
de la explotación inicua de sus semejantes; los que
guardan las formas de la ley y pisotean el fondo; los
que despojan à menores y à viudas, y fundan sus for-
tunas sobre el fraude y la injusticia: hombres que al¬
canzan con frecuencia las más altas dignidades del
Estado y reciben premios y homenajes; pero que son,
en realidad, mås despreciables que el criminal vulgar
que acaba casi siempre su vida en la prisión ó en el su-
plicio.
A unos y otros, à los que realizan el mal por igno-
rancia y à los que lo ejecutan por perversión, puede
tan sólo dirigir al bien la virtud eficacisima de las
creencias y de las prácticas religiosas.
Todo hombre necesita vivir en el espiritu de Dios, si
ha de cumplir su fin. Pero cuanto más alta sea la per-
fección moral que alcance, menos necesita nuestra
alma penetrar, à través de imágenes ó simbolos, la
Razón eterna. Si ésta imprime su huella en todo lo
creado, natural es que la inteligencia humana pueda
Ilegar por esa huella hasta la planta divina. Los hom¬
bres que representan, en todas las edades, el más alto
tipo de la humanidad, los Profetas y los Santos, leye¬
ron directamente en lo creado los designios del Crea¬
dor, amaron el bien en si y cumplieron santamente su
destino. Pero el comûn de los mortales vive demasiado
adherido á lo inmediato y carnal, para que pueda as-
cender sin extrano auxilio á la clara percepción de las
leyes de su actividad y de su fin verdadero.
leal Academia de Ciencias Morales y Politicas
europäische Rechtsgeschichte