Max-Planck-Institut fül
auropäische Rechtsgeschichte
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DISCURSO
sofia, que abandonó el espiritualismo cristiano en deman¬
da de superiores espiritualismos y de más vastos horizon¬
tes, descendió por gradaciones sucesivâs, pero lógicas,
hasta el fango de la materia y hasta la blasfemia del
ateismo. Y esa filosofia, en fin, que, en nombre de la in¬
dependencia autonómica de la razón humana, pretendió
escalar el cielo y sentar su trono cabe el trono del Alti¬
simo, comenzó divinizando al hombre y proclamando su
identidad sustancial con Dios, para concluir afirmando su
identidad sustancial, no ya sólo con el simio trepador del
bosque tropical, sino con el protoplasma albuminoso,
eflorescencia espontánea del mundo inorgánico. ;Con
cuánta razón fué dicho por el Maestro divino: Qui se
exaltat humiliabitur!
Como no podia menos de suceder, dado el carâcter, las
tendencias y las direcciones fundamentales de la filosofia
de Kant, en el fondo de ese triple movimiento de que aca¬
bo de hablaros, en el fondo del movimiento panteista, y
del movimiento critico, y del movimiento materialista,
cuyo término final y comûn es la negación de Dios, vie¬
ne también envuelto un movimiento esencialmente ra¬
cionalista, cuyos trabajos y esfuerzos no tienen mas ob¬
jeto que la destrucción y la negación del Cristianismo. La
abandono y la muerte consiguiente de los débiles y enfermos en el
orden corporal ó moral, constituyen un derecho y hasta un deber
social; que las naciones europeas deben poner en ejecución las leyes
y costumbres de Esparta y de Roma acerca de los esclavos y de los
ninos; que los asilos de beneficencia, instituciones de caridad, y es¬
pecialmente los hospitales, deben desaparecer ó convertirse en ce¬
menterios permanentes.
Nuestra darwinista ensena también que la tendencia à realizar en-
tre los hombres una igualdad imposible, danosa y contra naturaleza,
es una tendencia, generosa acaso, pero evidentemente falsa é incom¬
patible çon la teoria de Darwin acerca de nuestro verdadero origen.
De l'orig. des espèces, traduc. par Mlle. Clem. Royer, Préface, pa¬
ginas 56 y 61.
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